Allá por la década del ´70 las vecinas de Boedo tenían muchas cosas en claro. Sabían que la mejor fruta era la de la verdulería de Don Manuel, en una esquina de Carlos Calvo y que para hacerse un vestido de novia o un traje bien cortado había que ir a la modista de San Juan y Loria. También era un secreto a voces que para las cuitas sentimentales, nadie como la Doctora Amor.
Nadie sabía el nombre de la dama bajita y regordeta que orillaba los 40 cuando llegó a vivir al barrio. Se instaló en una casa antigua, de ventanas coloniales, con vista a la plaza Martín Fierro y colocó en el frente un minúsculo cartel fileteado que decía . “Doctora Amor”.