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lunes, 2 de julio de 2012

LAS AMIGAS "VIP", por Elizabeth Oliver de Abalos, de Montevideo, Uruguay

Cuando sonó el teléfono, Eugenia estaba en el fondo, limpiando de hojitas secas las plantas del costado del parrillero. Se apuró a entrar y al acercarse, ya se escuchaba la voz de Cristina en el contestador, quejándose de lo difícil que le resultaba poder hablar con ella. Levantó el tubo y le recordó la distancia existente entre la parrilla y la casa.
–No es sólo hoy  –insistió Cristina–  me canso de llamar y está ocupado; o suena y nadie atiende; te dejo mensajes en la contestadora y no me devolvés el llamado; si te olvidaste de activarla, nunca sé si en realidad salieron o simplemente, no querés atender. No te entiendo;  es como si en vez de jubilarte del trabajo, lo hubieras hecho del mundo. Y ni que hablar de tu marido, que jamás está disponible para levantar el tubo…
–¿Terminaste?… Si querés te explico…
–Sí, me encantaría.
–Cuando está ocupado es porque alguien llamó y estamos hablando. No te devuelvo los mensajes porque los fines de semana te vas a Punta de Este; y los días hábiles, después de las 9 de la noche estás con Enrique en el cine, el teatro, el Casino, algún restorán, o cualquier otra distracción que no termine antes de las 2 o 3 de la madrugada. Podría llamarte a esa hora porque estoy levantada, pero sería muy molesto para vos, que volvés con sueño; y también para Ángel, que se acuesta a medianoche y mi conversación a tres pasos de la cama lo despertaría. Me jubilé para dedicarme a mi mundo, y eso me implica muchas horas más de las ocho o nueve que me ocupaba el trabajo. En cuanto a Ángel, si no atiende el teléfono es porque está más lejos del aparato de lo que pueda estar yo.
–Vos tendrías que ser política; si te dejan hablar, le vendés el obelisco a cualquiera. Pero todas tus disculpas no me aclaran nada. ¿Por qué tenés que esperar que me vaya a Punta para llamarme, o elegir la hora en que sabés que no estoy?
–Porque son los días y horas de cómputos más baratos.
–¿Qué…?
–Que no puedo usar el teléfono en horas pico, no podría pagar la cuenta.
–Pero… ¿el teléfono no cuesta siempre igual…?
–No.
–Bueno… me parece un poco paranoico tu sentido del ahorro, pero te lo acepto. A ver entonces cómo es eso de que "dedicarte a tu mundo" te lleva tanto tiempo… Vos misma decís que yo prácticamente vivo en la calle, y sin embargo cuando estoy en casa me muero de aburrimiento. Si no existiera la tele ni el teléfono me consumiría la depresión. Pero vos, si salís una o dos veces al mes es mucho, estás todo el tiempo metida ahí… ¿haciendo qué…?
–Todo lo que a vos te hacen otros.
–Vamos, Eugenia, que no tengas empleada no te roba más tiempo que a mí tenerla. Hay que andarles atrás para que hagan las cosas bien.
–Tampoco hay cocinera, ni jardinero y la ropa se lava en casa.
–¡Yo tampoco tengo jardinero, che! Y ahora que lo pienso, mi palo de agua está medio mustio…
–En un noveno piso con calefacción central, habría que regarlo de vez en cuando…
–¿Será eso…? ¿Están lindas tus plantas, Euge? Hace tanto que no voy… pero no me animo a meter el Volvo en tu barrio, tengo miedo de empantanarme en esas calles…
–Están preciosas… les dedico exactamente tres horas diarias entre atención y riego. Esperá al verano y vas a poder venir… a no ser que Enrique te regale antes la 4x4, se acerca tu cumple…
–Me la prometió, pero vos sabés cómo son los hombres… lo más probable es que me arregle con otra alhaja más; me compra de las buenas, pero ya tengo tantas… Está un poco machete, desde que compró el Cessna se queja de que lo uso demasiado, quiere que viaje a Punta en el auto para gastar menos, ¿podés creer? Obvio que no le hago caso. ¿Te dije que estoy en el aeropuerto?, ahora mismo estoy llegando de Atlántida, hubo un desfile de modas divino... Además viajar con nuestro piloto es una seguridad total, si vieras...
–Disculpame, Cristina, pero voy a tener que dejarte, tengo que preparar la cena y me gustaría tender la ropa antes de meterme en la cocina… mientras hablamos el lavarropas terminó su trabajo…
–¿Te compraste lavarropas? ¡No me habías dicho nada! ¿Ves? Macheteás el teléfono y andá a saber cuánto pagaste por esa máquina… Ustedes son dos personas y no sé qué tan necesaria te pueda ser… Aunque perdés tanto tiempo en la computadora que después te falta para otras cosas… no sé qué atractivo le encontrás. Para mí, hacer siempre el mismo solitario sería cansador…
–No hago solitarios.
–¿Y para qué la usás?
–Me comunico con la gente, escribo, leo, me informo…
–Yo prefiero  tirarme en un sofá a hojear diarios y mirar revistas… ¿Leíste el último número de "Gente"?
–Acá el presupuesto no da para diarios ni revistas.  Cristina… tengo que cortar…
–Pero ustedes se tienen que haber jubilado muy bien; vos podrías contratar una muchacha que te ayude y salir a ventilarte un poco… A la que tengo con retiro le pago 2.000 pesos por mes y me trabaja más de ocho horas todos los días…
–Cuando haya un aumento lo voy a pensar, por ahora no llegamos a los 10.000 pesos entre los dos… La seguimos otro día, ¿sí?
–¡Ah, no…! ¿pensás que me voy a creer que viven con esa miseria…? Vos estás precisando terapia, Euge… ¡Esperá…!, ¡no me cortes…! Decime qué vas a cocinar, así no tengo que pensar qué le voy a mandar a hacer a la cocinera…
–Fideos con aceite, Cristina. Chau.
En eso entró Ángel; venía de cortar el pasto, barrer el terreno del fondo al frente, sucio de tierra y derecho a bañarse.
–¿Quién te hablaba?  –preguntó–  me pareció que no te dio pie a decir mucha cosa…
–Cristina… Mirá, te voy a pedir algo… La próxima vez que le oigas la voz hablándole al contestador, haceme el favor de atenderla vos. Decile que te abandoné por un magnate petrolero y me fui a vivir con él a las Caimán…
–¿Que le diga qué?, ¿Te piraste, Eugenia?
–No. Estoy bien clarita. Lo que pasa es que no se me ocurre mejor idea para que no llame nunca más, ¿sabés? ¡Sólo a mí se me ocurre hacerme amiga de una pituca!

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