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lunes, 22 de abril de 2013

“11-M: MADRID 1425”, NOVELA, POR SAID JEDIDI ©, DE TETUAN, MARRUECOS. 9. CAPITULO SEGUNDO. II


Portada: Monumento 11-M (cortesía José Luís Ayuso)

II

Descolgó el teléfono de la cabina que sonaba rabiosamente y contestó gritando:
       Está usted con un locutorio público.
Se quedó mudo un instante y volvió a preguntar:
       ¿Quién ha dicho ?
Volvió a converger su vista en el horizonte y…
       ¡Parece mentira! tanto tiempo, Fadl… ¿Sabes que…?
Habló casi durante 20 minutos. De repente:
       Tienes razón. La comunicación no es gratuita sobre todo a esta hora del día. ¡Que te voy a decir!...
Antes de terminar la frase escuchó el sonido del fin de comunicación. Sacó la cajetilla de “Clinex” y se secó el frente con dos pañuelitos. Estaba un poco frustrado por no haber contado a su hermano cómo vivía en Madrid. De repente recordó que su hermano murió hacía once años cuando regresaba de Ksar Essuk donde era profesor de secundaria.
       Creo que estoy mal. ¿Sabes? He hablado durante un buen rato con mi hermano Fado que murió hace mas de quince años. Debo ver al Haj, le confesó a su compañero, Mehdi al presentarse para el relevo.
       ¿Pero qué te puede hacer el pobre hombre?
       Él sabe de estas cosas. La otra vez me contaba cómo exorcizaba a los enfermos en su pueblo.
       Francamente, Yussef te tragas lo que sea. Lo que debes hacer es ir a ver a un psicoanalista que, en Madrid, los hay a punta pala.
       ¿Sabes, Mehdi, era su voz, su acento, sus frases, sus bromas, sus…
       Eh…. Eh…despiértate, tío.
       ¡Increíble! Era él. Era mi hermano Fadl.
¿Indicios de un estrés postraumático; consecuencias de una integración imposible o simplemente alucinaciones de un terrorista en ciernes? Yussef llevaba semanas devastado literalmente por la incertidumbre de lo que se atrevía a llamar « nuevas luces ». Sus frecuentes asistencias a predicaciones de personajes de «  mal augurio » como los solía calificar Haj Ahmed le inyectaban, cada vez más, fuertes dosis de misticismo y de idealismo «  prèt-à-porter ». Desde hacía meses perdió la sonrisa y con ella el espontáneo optimismo rural y los placeres juveniles. Pasaba horas meditando, calculando y verificando. Hablaba poco. Se limitaba a responder a menudo con frases monosilábicas.
       No me gusta tu estado de salud. Últimamente me inquietas, le explicó con ternura Haj Ahmed antes incluso de contarle la historia de su hermano.
       Haj Ahmed ¿Sabes lo que te digo?
       Si, hijo dime.
       Que estás hecho todo un horóscopo.
       Ya me gustaría. En principio, hijo mío, en esto consiste la tarea por la que vine hasta aquí.
       Te trajeron hasta aquí, querrás decir.
       ¡Qué más da! En efecto, me trajisteis aquí, lo dijo masticando cada sílaba antes de puntualizar: de diferente manera y por distintos objetivos, a todos nos trajo o nos trajeron hasta aquí algo o algunos.
       El sermón de la oración solemne del viernes pasado.
       Y de todos los días… y de todos los instantes. Nadie lo debe olvidar. Nadie tiene el derecho de olvidarlo.
       Pero ¿Quién te ha dicho que lo hemos olvidado?
       Tus tontas insinuaciones, vuestras torpes maneras de analizar las cosas y la facilidad con que aceptáis erróneas lecturas de los preceptos del Islam.
Haj Ahmed sacó un rosario de su bolsillo y comenzó un salmo: «Hasbía Lahu ua nihma al uakil»… »[1] «Hasbía lahu ua nihma al uakil»… » Hasbía lahu ua…. ». Antes de abandonar el minúsculo lucotorio y el barrio, el Haj Ahmed, cuya voz  se fue apagando hasta adquirir el tono y el sentido de un incomprensible murmureo se dirigió a su improvisado discípulo y le dijo:
       Nunca debes olvidar que somos nosotros los que estamos en su país y no ellos en el nuestro.
       Ya lo sé, Haj.
       Pues… paguémoslo con gratitud y respeto.
Y se fue…
Hacía más de un año, más concretamente desde octubre del 2003 cuando los servicios de seguridad catalanes arrestaron en  Vilanova i la Geltrú en Barcelona a Abdeladim Akoudad, haj Ahmed se mostraba poco confiado en aquellos «hermanos» que afluían de, prácticamente, toda España e incluso de fuera de ella. Presagiaba lo peor y así lo dio a conocer a un reducido grupo de fieles al término de una de las oraciones  del Fajr[2]en el pequeño, garaje que servía de templo en Lavapiés.
       Tengo miedo. Veo cosas y casos. Me inquietan mucho las frecuentes visitas de gente con acentos raros y...
       No, Haj. Todos somos hermanos y esta es casa de Dios.
       Tal vez tengas razón. Por lo menos, así lo espero.
La frescura del alba madrileña despejaba las incógnitas del crucigrama de Haj Ahmed. Pero una cosa seguía preocupando al pobre hombre: « ¿Quién está detrás de esta criminal empresa? ».
La autosugestión religiosa ocultaba su gran pecado: el de creer que aún era capaz de aj Ahmed  lo podíenderezar las coordenadas de la función.
Confiaba en su océano de sabiduría y creía que la clarividencia que predicaba era capaz de encargarse del resto. Contaba exageradamente con la voluntad de Dios. Tenía una ciega aunque errónea convicción de poder frenar todo exceso o descarriado. «  La vida sin razón es como un pantalón si correa », solía predicar con ironía y cierta soberbia, precisando con cierta solemnidad «se cae». «  Lo vuestro no tiene nada con los esfuerzos de integración social », acusaba enfadado cuando veía a alguno de sus improvisados discípulos en compañía de algún forastero «afgano»…. «Lo vuestro es locura».
Prudente, tenaz, exigente y modesto, Haj Ahmed era un combatiente intrépido contra el extremismo y lo que consideraba impostura religiosa.
Entre el mensaje y su estilo prefería el primero:
«  A través de un análisis de los versículos del Santo Corán, el Dr.Tarik AL Swaidán descubrió que todo está correcto gramatical y matemáticamente », trataba de esclarecer a sus discípulos las virtudes de la igualdad, del igualitarismo y de la cultura de tolerancia. « Todo en el Santo libro se enmarca en una sana y explícita igualdad: Dunia o la vida se cita en el Corán 115 veces. Al Akhira o la vida después de la muerte también 115. Malaëka o ángeles 88 veces. Achaytán o Satán igualmente 88 veces. Vida 145. Muerte asimismo 145 veces. Musibah o calamidad 75 veces. Alabanza a Dios también 75 veces. Privación 114 veces. Paciencia también 114 veces. Hombre 34 veces. Mujer igualmente 24 veces. ».
Se quedaba mudo unos instantes comprobando el impacto de su mensaje en los rostros de la audiencia y proseguía triunfante: « Es más transparente y explícito: en el Corán se cita 5 veces Asalat u oración. 12 Shahr o mes y 465 Al yaum o día. Bendito sea Su Santo Nombre. El que adivinó todo esto e infinitamente más que esto, no puede auspiciar ni la violencia, ni la intolerancia, ni ninguna idiotez de orden criminal».


[1] « A Dios debo dirigirme y a Él agradecer el destino ». Exclamación de los fieles musulmanes para denunciar la impotencia.
[2] La primera de las cinco oraciones del Islam: la oración del alba.

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