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martes, 11 de junio de 2013

HOMO SEARCHING, por Mariano Catoni, de Buenos Aires, Argentina



Se despertó antojada de una porción de torta. Chocolate o naranja. Ambos gustos: naranja con chocolate. No. Chocolate. Chocolate liso y solo, mejor pureza. Enseguida meditó: ¿comprada o casera?, ¿casera? Casera. El explorador de Internet se abrió. Página de inicio: Google. Escribió intuitivamente: receta torta casera chocolate. Clic, preciso, bien apuntado clic. Buscó, leyó, buscó.
Mientras descubría la foto de una selva negra abrió otra ventana y, culposa, tecleó: cuantas calorías aportan al cuerpo las tortas de chocolate. Clic. Buscó, leyó, buscó. Un foro. Muchos se preguntaban lo mismo y, un sujeto, había escrito: sufro porque no puedo comer chocolate, tengo exceso de peso y me lo han prohibido, alternativas por favor. Puso: comidas que engordan sufrimiento tentación. Clic, suave y bien apuntado clic hasta dar más o menos con lo mismo, otros foros, mismas culpas, mismos remedios. Escribió: ser humano dice siempre las mismas cosas. Clic. Se encontró con un pensamiento: «la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases». Puso: para qué sirve la humanidad. Resultados sugeridos: para qué sirve el hombre. Resultado sugeridos aceptados y un festival de ventanas. Demasiadas. Cerrar. Cerrar. Cerrar. Mierda, cerrar ventana, una por una, no el explorador. De nuevo hizo doble clic en el ícono sobre el escritorio. Google. Puso: cómo evitar cerrar ventanas por accidente, activar menú comprobación. Clic. Clic. Clic. Buscó, leyó, buscó y tuvo tantas ventanas como antes. Le llamó la atención una imagen, era la ventana más extraña del mundo. La había ideado un escultor chino predicando el arte estéril, el arte de lo inútil. La ventana allí representada no servía para nada, tampoco la ventana que contenía a la ventana. Puso: arte inútil. Clic. Clic. Buscó, leyó, se detuvo, repasó. En eso le apareció un pop-up que decía: Hola, guapa, soy de tu misma ciudad, ¿quieres chatear? Cerrar sin darle al contenido. Después escribió: chat público encontrar amigos. Clic, clic. Se inventó un alias: «Amiga». Mientras esperaba el proceso de carga del subprograma java, abrió otra ventana y puso: amistad qué es, cómo se hace, frases para ser simpática. Buscó, leyó, buscó. Se divirtió con algunos textos, más que frases simpáticas eran chistes, dichos elocuentes. Oyó una frenada, venía de la calle, después hubo un ladrido coreado, varios perros en distintos tonos e intensidades. Escribió: contaminación sonora, frenadas. Abrió otra ventana y tecleó: perros ladran, cómo ladran, cuerdas vocales, lenguaje canino. Clic. No llegó a nada, la barra de carga de un flash le decía que aguardara algunos minutos, que la conexión podía ser un poco lenta; se aburrió. Sintió una explosión, vidrios rotos. Pensó: algún choque entre autos. Puso enseguida, poseída, alterada: primeros auxilios, cómo ayudar. Clic. Clic. ¿Algún video explicativo? Se impresionó con los dibujos instructivos, o no con ellos, sino con ella personificando esos dibujos. ¿Dar respiración boca a boca?, se preguntó. Tecleó: casos de respiración boca a boca, beso, se enamoraron. Sonrió. Después se dijo: lugar común, demasiado. Escribió luego: estupideces que se le ocurren a la gente, lugares comunes, cosas de siempre. Oyó otra explosión, otros vidrios despedidos. Puso: cómo se fabrica el vidrio. Borró. Puso decidida: antigüedad del vidrio, inventor. Clic. Cerrar. Clic. Clic. Cerrar. Clic. Puso ahora: arena, desierto, ver fotos. Sintió ruidos, una especie de temblor en las paredes, en la casa, en la habitación, en el techo. Prestó atención y le pareció que sí, que, efectivamente, alguien había entrado. Se encerró en la habitación, dio una vuelta de llave, colocó una silla contra la puerta. Puso: com resissti asaltops, osportae e pánico. Clic, rápido e impreciso clic. Buscó, leyó, buscó. Abrió varias ventanas de Google. En una colocó: meido soportrdar. Y en las otras: cmo llamr a policía desd Internet cund tien teléf otro lugar de casa y est encderada en su habitacio. Volvió al chat público: ¡¡Ayuda, me están rrrobndo o algo así, ayudaaaaa!!. Mensaje privado: yo te salvo, cariño. Otro mensaje privado: tengo cuarenta años, me gusta la música, ¿de dónde eres? Aterrada, contempló la manija de la puerta. El intruso forcejeaba. Puso: defnsa pesonal curs en línea que hacer. Todos eran pagos, todos aceptaban tarjetas de crédito. Transpiraba, le sudaban las manos, le hormigueaba el cuerpo. Puso: cmo defenese gratis de asaltnt. No había tiempo para rellenar todos esos campos obligatorios, nombre, correo, edad, fecha de nacimiento, ¿acepta recibir nuestro boletín mensual con ofertas? No, nada de eso le servía. Puso: siclogía de un homcida. Y ahí nomás oyó la patada contra la puerta y vio el polvillo de madera, las astillas volando, las bisagras partidas como colgajos. Le vio la cara al tipo, el tipo le vio la cara a ella, reflejada en la pantalla de la computadora. Ayúdame, le repitió él, ayúdame, me está siguiendo la yuta y no hice nada. Se quedó dura, perpleja, sin aire, la lengua atravesada por una sinfonía de agujas ¿¿Qué hago??, gritó entonces. Les decís que soy tu novio o algo así. Pero yo no sé, respondió ella. Las ventanas del chat insistían: ¿vamos a bailar esta noche, mujer?, nos la pasaremos bien. El intruso desenfundó un revólver. Ayúdame te estoy diciendo, le dijo. Sí, sí, yo ayudo, contestó ella. Levantó las manos para escribir en el teclado, pero el tipo la detuvo en seco: ¿qué hacés? Busco, busco cómo ayudar, busco solamente. Puso: maneras de engañ a policía, fingirr. Así no me estás ayudando, dijo el tipo, largá la máquina, así no. Pero en Internet está todo. Le apuntó entonces a la cabeza y le dijo: te estás haciendo la boluda vos, ¿qué estás haciendo?, ¿a quién le escribís? No, no, para nada, a nadie le escribo, a nadie, de verdad. El intruso quitó el seguro del revólver y ella escribió espantada: pensar, ejemplos, casos de enferms termindl, Dios exist o no exste, no morirse, no morinos, morir deviejos yno de malasuerte. Clic, difícil, dudoso clic hasta que la ventana se abrió, menos incierta que el resto de las cosas. El buscador había tardado una milésima de segundo, lo mismo que la bala que salió por accidente. La cara impactó contra el teclado, el pelo se mezcló con los cables. En la pantalla bañada de sangre había un foro para enfermos terminales, uno de ellos decía desde el hospital: antes de morir me gustaría comer una buena porción de torta de chocolate, mejor si es casera, ¿no? 

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