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jueves, 13 de junio de 2013

NO TOLERO ©, por Carlos Alejandro Nahas, de Buenos Aires, Argentina


Vivir en Buenos Aires puede ser un verdadero infierno. Dos millones de habitantes pululan en ella, pero cada mañana ingresan otros diez, y así la cosa se hace espesa. Ya desde las ocho de la mañana hay bloqueos en las autopistas, accesos, e ingresos a la capital. Los que no tienen la suerte (¿Suerte?) de tener auto viajan como ganado en algunos de sus miles de trenes, colectivos, taxis y subterráneos.
         Buenos Aires de mañana temprano es una locura. Al mediodía se comienzan a organizar piquetes que habitualmente cortan Callao, 9 de Julio y hasta la Plaza de Mayo. La Plaza del Congreso es un campo minado donde diez cuadras pueden llegar a hacerse en no menos de una hora.
            No tolero Buenos Aires. No la tolero. Lo repito una y mil veces. Si me cambio de carril en una autopista y pongo el guiño, los demás autos me tocan bocina como si fuera un pelotudo de otro planeta. Los colectivos y los taxis me hacen luces y aturden la cabeza pretendiendo que convierta a mi coche en un helicóptero. Las eternas filas en los peajes se convierten en un interminable aullido de bocinas, que lastima los oídos de los que no cometemos esa barrabasada, pero la toleramos igual. Las bicicletas andan de contramano, no respetan los semáforos y las motos te pasan por milímetros con riesgo de puertas y espejos.
            No tolero Buenos Aires. Y encima soy sanguíneo, visceral, jodidio. Si una bicicleta me pasa por derecha y en rojo no paro hasta alcanzarla y decirte que cometió una infracción. Sin embargo, obtengo del ciclista por toda respuesta “¡anda a lavarte el culo!” Sin embargo a mí me importa un sorete, yo persisto con mi cruzada personal en pos de una ciudad mejor. ¡¡Al pedo, pero yo insisto!!
        He estado diez minutos parados en una calle porque no toleré las insistentes y persistentes luces de un ómnibus que pretendiera que hiciera de la calle Salta una autopista de seis manos. Me he bajado y puteado hasta el hartazgo con cientos de choferes, colectiveros, ciclistas y peatones. A un taxista le he cruzado el auto y con la llave cruz he destrozado su luneta trasera porque sus infames bocinazos no hacían otra cosa que llenarme las pelotas.
        La última que me acuerdo de esta semana: Paré con la mano en alto a un colectivo de la línea 64, frente a cientos de peatones y en pleno Once, porque no me cedía el paso mientras yo cruzaba por la línea peatonal. El policía me dio la razón, los transeúntes también, pero el chofer seguía desgañitándose e insultándome de arriba a abajo. ¿Resultado? Me quedé cruzado de brazos como cinco minutos impidiéndole el paso al Bondi, de pura revancha, de jodido que soy, de matón. Tuvo que venir el policía y sacarme amablemente del brazo mientras el conductor del ómnibus estaba ya al borde de la embolia cerebral.
      No tolero Buenos Aires ¿ya lo dije? Pues lo digo una y mil veces. No tolero Buenos Aires.
    Ayer sin ir más lejos, en Rivadavia doblando por Carabobo se me pusieron dos motoqueros a la par y me hacían señas para que parara. ¡¡Yo ni en pedo!! No, señor. ¿Para qué iba a parar si estaba yendo correctamente por mi carril respectivo? La cosa es que uno de ellos saca un arma. ¡¡Así grandota era!! Y meta dispararme en el pecho. ¡¡Como diez balazos me dio!! Pero no, señor, yo no paro. Las reglas de tránsito se han hecho para respetarlas carajo. ¡¡Sino esto sería una locura, un pandemónium!!
      Ahora resulta que mientras estoy parado, apoyado en un nogal ¿qué veo? Veo a mi mujer, a mis hijos y a mis viejos sonándose los mocos, llorando, vestidos de negro mientras un coso extrañamente parecido a mí está adentro de un cajón, todo amarillo, muerto. ¿Y qué más observo? Que todos los autos estacionados en fila en el cementerio, están con las balizas encendidas ¡¡No, señor!! Si están en un cementerio ¿para qué mierdas ponen las balizas? ¿Lo ven? En este país nadie respeta las normas de tránsito, nadie… No, si a mí un día de estos me va a dar un infarto de tanta mala sangre que me hago!! ¡¡Qué ciudad del orto!!

1 comentario:

  1. "Muy descriptivo y original tu relato, sin embargo, creo que para cambiar las cosas debemos estar vivos. Un pérdida irreparable la tuya pues con tu respeto por el otro y vos mismo, desde la tolerancia hubieras conseguido mucho más que varios balazos y una familia destruida. Felicitaciones por el final no esperado." (Myriam Jara a través del correo de "Todas las Artes Argentina")

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