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lunes, 30 de septiembre de 2013

11-M: MADRID 1425”, NOVELA, POR SAID JEDIDI ©, DE TETUAN, MARRUECOS. 32. CAPITULO SEIS. V

Portada: Monumento 11-M (cortesía José Luis Ayuso)

V

     « El que no asume no se redime»Merat Habibi (1) una sexagenaria que nadie supo nunca de donde aprendió tan angelical sonrisa, lo decía y lo recordaba con un deshonroso placer, especialmente en presencia de su amiga Lala[2] Mailka.
     Cuenta Merat Habibi que durante el voluntario exilio en Costa del Sol de su esposo a raíz del acto terrorista de su hijo Yussef, recibía diariamente a un extraño emisario que «velaba para que no le faltara nada».

-          Esto fue durante las primeras tres semanas luego la repudio obligándola a un forzoso y humillante recoleto en los lugares mas extravagantes.
-          Sinceramente yo que conozco a Lala Malika lo de Yussef  fue su culpa
-          ¡Mujer, pide perdón a Dios!
     Merat Habibi quien no comprendía por qué su apellido era Al Bahar[1] a pesar de que el mar no le inspiraba confianza alguna, no estaba de acuerdo ni con una ni con otra. Para ella la obra siniestra de Yussef era absolutamente imprevisible.
-          ¿Quién de vosotras hubiera imaginado que dentro de aquél pequeño diablo con sus amigas, sus botellas y sus «porros» se ocultaba un ángel exterminador?
-          Pero su padre no lo sabía, ella si y nunca le informaba.
-          Es que tú, Achucha, nunca has sido madre.
    Por envidia o simplemente por detracción, los rumores en Jamaa Al Mezouak sobre la reconciliación de Si Abdelkrim y su esposa Lala Malika rozaban la mitología. Algunas la vinculaban a la magia que la mujer aprendió en las puertas de algunos santuarios donde vivía durante años cuando la abandonó su esposo. Otras a una pretendida crisis de conciencia del hombre al ser informado del estado vegetativo en que vivía en F’Nideq de su ex esposa. Todas querían saber algo pero nunca supieron nada. Ni Si Abdelkrim ni Lala Malika toleraban que se evocara este «siniestro pasado». Ambos se instalaban en un confortable «borrón y cuenta nueva». Él dedicándose casi integralmente a su nueva obsesión de la salvaguardia de la juventud y ella en su nueva calidad de propietaria-directora de sus nuevas guarderías infantiles en Jamaa el Mezouak y F’Nideq sin olvidar nunca su «visita de inspección» por algunas calles y callejuelas de F’Nideq y sus largas e interminables conversaciones con su amiga Aicha.
-          Me han dicho que en Barcelona hay un excelente oftalmólogo que puede devolverte la vista.
-           Pero, si yo no me quejo. Es la voluntad de Dios y la acepto voluntaria incluso.
-          Mira mujer, lo que estas diciendo no es Islam. Islam prohíbe determinantemente la auto-mutilación.
-           Esto fue de Él y si Él no desea devolverme lo que me quitó por algo será.
-          Aicha todo es voluntad de Dios pero todos estamos obligados a hacer un esfuerzo de imaginación.
     Aicha insinuaba que prefería seguir ciega, que ve de otra manera pero solo lo que ella quiere ver o por lo menos imaginar. Ni siquiera ha permitido que se le consultara un especialista. Decía y repetía que como estaba era mejor.
-          Muy Malika ¿no te molesta que te siga llamando así?
-          No, al contrario me complace.
-           Sé que me quieres mucho. Yo nunca he servido a gran cosa. Contrariamente a lo que te ha sucedido, en mi vida no hay episodios, ni altibajos ni inflexiones. Siempre ha sido lo mismo: la misma pobreza. La misma humillación. La misma función… eternamente insignificante ¿por que no me preguntas si cuando veía me sentía mejor?
      La lógica incongruente. A Aicha le bastaba muy poco. Ella sabia que no era Muy Malika. Ella no tenía una historia que contar. Ella no sabía contar pero estaba inquebrantablemente convencida de que el placer de vivir arrastra consigo la obligación de morir. Por no haber vivido nunca porque se limitaba a existir vegetando y por no haber muerto aun no acababa de descubrir los misterios de la vida y muerte.
     Escuchaba con una sonrisa que no se apagaba, durante horas el relato de Lala Malika sobre las guarderías, los niños, el instante de la comida en los comedores y los informes de los maestros sobre la conducta y la forma de ser de cada alumna u alumno.
     Todo un motivo de orgullo y de satisfacción.
-          A fin de cuentas no somos tan apaches como nos describió el llorado Hassan II
-          Depende.
     Aicha le confesó a Lala Malika de que ella aprendió mucho de ella y le reveló por primera vez que más de una vez vino «gente rara que me preguntaba sobre ti». No quería secretos desagradables en sus relaciones con su amiga. Pero tampoco esperaba gran cosa de ella. Casi un mes después aun conservaba envueltas en su papel dorado las  Jelabas[2] que Muy Malika le regaló Muy Malika y que le servían ahora de almohada. Reconocía inconciente o deliberadamente que, para ella, la presencia de Muy Malika se ha convertido en una terapia. No estaba acostumbrada a la gente que se comporta cortésmente. Sin embargo la escuchaba siempre con una emoción abrasadora y solo la interrumpía cuando trataba de maquillar el crimen de su hijo.
     Reacciones de una intensidad difícil de determinar. Agobio absoluto. Cortejo de desilusiones pero no de quejas ni de reivindicaciones.
-          ¿Te acuerdas cuando decías que había muchas maneras de prohibir, matar no es la peor?
-          Estoy observando que la ceguera te ha aportado una fuerte dosis de clarividencia.
-          Lo dijiste tú no yo. De hecho ¿sigues tan culta como cuando no tenias donde caerte muerta?
    Con sus casi diarias sesiones con Aicha, Lala Malika tenia la intima convicción de la enorme metamorfosis de su amiga desde que la dejó en el umbral de aquella mezquita, tanto, que se atrevió a decirle un día cuando le evocaba con una complejidad apasionante como concebía ahora la vida « mi querida Aicha, estoy segurísima de que tu no eres ciega sino han decidido cerrar los ojos para no tener que ver prácticas horrorosas».
   Lala Malika se daba la perfecta cuenta de la prodigiosa memoria que tiene ahora Aicha como si la pérdida de visión haya sido recompensada por el fortalecimiento de la memoria.
-          La otra vez escuchaba a dos forasteros hablar de los imames en Marruecos. Me intereso la discusión. ¿Sabes lo que le dijo uno a otro?
-          ¡Como lo voy a saber!
    -    Que el 82% de los más de 45 000 imames marroquíes que ejercen en los diferentes lugares de culto musulmán en Marruecos o en el extranjero, según el Ministro Marroquí de Asuntos y Bienes Islámicos, no poseen ninguna formación de base. Marruecos, eso si, forma cada año para un periodo de 12 meses a unos 150 imames laureados de las universidades.
-     Aicha, que Dios te proteja, lo de tu memoria no es normal.
-      ¿No me digas que tienes la intención de llevarme a un médico?
   
  Cuando, una vez en casa lo contó a su marido, éste la aconsejó no volver a ver nunca a esta mujer.
-          ¿Pero, por qué?
-          No es fácil creer que lo haya captado durante una conversación fortuita. Esta mujer es otra cosa.
 Lala Malika no creía lo que escuchaba. Casi confesaba que su amistad con Aicha era tan importante como su matrimonio con él. Él lo adivinó.
-          Ves… esto es lo que yo quería advertirte.
   Lala Malika volvió mil veces a F’Nideq nadie se acordaba de que allí vivía una mendiga ciega. Nadie se acordaba de ninguno de sus encuentros con Aicha. Nadie conocía la historia de una mujer que perdió la vista y que….
    Sin embargo decidió esclarecer el misterio, consagrando horas y horas preguntando a propios y extraños y averiguando indicios que iban surgiendo sobre el destino de su amiga, convertida en una obsesión. ¿Pero, que quería decir, Abdelkrim con «esta mujer es otra cosa»?.
   Aicha no aparecía por ningún lado. Lala Malika volvió a la tienda donde compró las tres jilabas.
-          Muy buenas ¿te acuerdas de mi?
-          No señora. Lo siento ya sabes cuantos clientes entran y salen continuamente.
-           Yo compré en esta tienda, hace de eso como un par de semanas, tres chilabas.
-          Señora, yo no vendo chilabas. Como ves, me dedico al tejido. O sea a lo textil que si necesita algo pues esta tienda esta a su disposición…
-          Perdón…
     Salió de la tienda precipitadamente se quedo observando el lugar un instante, pregunto a dos o tres transeúntes, se dirigió a la cafetería de al lado y volvió a la tienda.
-          ¿No ha cambiado esta tienda de propietario o por lo menos de comercio?
-          Señora llevo 18 anos aquí y en F’Nideq e incluso en Ceuta soy una notoriedad publica.
    Volvió a salir perpleja, recorriendo casi todas las tiendas de confección por si lograra resolver aquel crucigrama. Al final, resignada volvió a donde había encontrado a Aicha. Se acercó al limpiabotas.
-          Asalam Ua Alikum
-          Ua Alikum Asalam ¿Desea algo?
Antes de responder sacó un billete de cien Dirham y se lo entregó
-          Que Dio se lo pague, señora
-          Dime ¿Te acuerdas del día que vine y...?
-          No señora. Se lo juro por Dios…
      El concierto de carencias no terminaba. Lala Malika no encontraba ningún indicio del ayer ni de hacia tres semanas. Nadie la conocía. Nadie se acordaba de nada y la mezquita seguía donde siempre ha estado.
      Cansada y decepcionada regreso a casa.
-          ¿Pero qué te pasa Malika?
-          No lo sé.
-          Desde hace casi una semana sales y vuelves destrozada y profundamente inquieta. Yo diría incluso que estás mas delgada.
-          Probablement el calor.
-          ¿El calor en pleno octubre?
-          ¡Ah... si hoy es el cuatro de octubre. Hoy es el aniversario de Yussef!
-          ¿Yussef? ¿Quién es este Yussef?



[1] Mar, en árabe
[2] Atuendo tradicional marroquí en forma de tónica con capucha de diferente tamaño.


[1] Tía paterna
[2] Doña, en árabe

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