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miércoles, 18 de septiembre de 2013

GRATITUD, por María Teresa Bravo Bañón, de Alicante, España


(A las Hermanas Pastor Hernández)


La escuela de Ciutadilla se levantaba solitaria en medio de un altozano. Era un edificio en la que la planta baja correspondía a la Escuela Mixta, con sus “centenarios“ pupitres de madera y su pizarra pintada en la pared. En la primera planta vivía yo y el piso de enfrente servía de dispensario médico en donde, diariamente, pasaba consulta mi amiga, la Doctora.

La inmensa era, sin vallas, ni otros límites que los almendros que la rodeaban, constituía  el patio de recreo de  la escuela. Un poco alejado el viejo coche SEAT 6oo abandonado – quién sabe desde cuándo – era  el inmenso juguete donde se pasaban las horas más felices de su infancia, mis chiquillos.
En la puerta, dos olivos, de cuya cosecha, allá por Noviembre, recogíamos y vendíamos en el molino de aceite. Nos daban 750 pesetas de entonces, que era mucho, para hacernos una merienda o para comprar tizas, cartulinas y hasta algún libro.
También teníamos un huerto y flores, muchas flores que nunca me faltaban en los floreros de mi mesa.
La clase estaba presidida por una enorme estufa de leña. Cada mañana, antes que llegaran ellos, yo bajaba a encender la estufa y dejar abierta la puerta, así se la encontraban cálida al entrar y no tenían que esperar helados, haciendo fila, ni nada que se le pareciera. El largo tubo de hierro de la estufa también cruzaba mi casa y se calentaba a la vez, como un aprovechamiento máximo de los recursos naturales.
En el hueco de la escalera se amontonaba la leña que nos traían cada año, troncos de olivos y cepas viejas que perfumaban el aire.
Era la casa de la maestra un lugar privilegiado en sus vistas a los campos, el río Corb, las viñas y la cuesta que nos unía como un istmo a la Plaza Mayor del pueblo, con su fuente, sus árboles y sus bancos.
Era una maestra diferente hace 33 años. Llegué a Ciutadilla a cambiar el mundo, esas cosas crees cuando tienes 20 años. .Allí tenía 25 chiquillos de todas las edades y era libre, enseñé muchas cosas a esos chiquillos. Les leía cada tarde Juan Salvador Gaviota, entonces era como un cuento, una fábula de una Gaviota. Le regalé ese libro a Ana. Ella, después de tanto tempo, me devolvió frases de ese libro que durante toda su vida le sirvió de camino y de guía.
Aún hoy sigo explicando y leyendo la historia de Juan Salvador Gaviota.
También recuerdo mis lecciones de geografía física, en la tierra, formando cordilleras, mesetas y ríos que fluían con la regadera y que desembocaban en océanos con nombre propio escrito en cartulina. ¿Y el belén que hicimos aquél año? Con  figurillas de arcilla que fuimos a buscar al pie de un barranco y que cocimos en la estufa de leña.
Recuerdo haber cantado, haber hecho gimnasia en la hierba de detrás, en donde años después construyeron la piscina municipal, de construir cabezudos con cajas de detergente  como máscaras de Carnaval y de haberlos llevado de excursión cada viernes  al pueblo de Nalech, los mayores llevaban a caballito a mis párvulos y de construir cabezudos con máscaras con tambores  de detergente como máscaras de Carnaval.
En ese mundo idílico-rural todos nos ayudábamos, éramos maestros y aprendices; pero lo más importante del mundo es que fueron niños felices.
También la maestra, entonces, era muy querida, no había semana en que no me regalaran algo: huevos, patatas, aceite, un queso de cabra, fresas, almendras, habas tiernísimas… las primicias de los huertos eran para mi y si había matanza, lo mejor, para la maestra. Aquel año, la familia de Cal Bonico me  crió un gallo precioso y enorme para regalármelo en Navidad. Confieso que es el regalo más hermoso que he recibido en Navidad, pues no fue comprado en una tienda, sino mucho tiempo antes ya se guardó, crió y cuidó para mí.
Estoy orgullosa de mi mundo construido pues lo hice sobre las premisas de enseñar a volar a los demás. En el vuelo de los otros estuvo mi propio vuelo.
Cuando acabó el curso, como tantas otras veces, me tocó marcharme, con dolor de las despedidas que crees para siempre ; pero la vida me trajo la mayor de las sorpresas.
Hace tres años recibí este correo electrónico desde Almería.
“hola, señorita Mayte! así la llamaba cuando era pequeña y estábamos en Ciutadilla. Era en 1980 más o menos. Siempre he tenido el impulso y deseo de buscarla y ahora al cabo del tiempo ya aparece por esta ventana; a veces mágica. Cuando se fue, me mando su primer libro y al cabo de muchos traslados se me perdió y con el su dedicatoria:"a mis niños de Ciutadilla" y lo sentí mucho porque usted me enseño a querer la poesía. Sólo quería saludarla y decirle que no la olvido. Ah! yo soy Ana Pastor y era la hija del pastor de Ciutadilla. Perdone los errores en la escritura, no se mucho de ordenadores. Besos”
ANA PASTOR
Y yo le contesté:
“Querida Ana: ¡Claro que te recuerdo ! Eras una niña con dos trenzas negras y unos ojos brillantes! Sí era 1980, creo que debes tener actualmente unos 39-40 años.
Tu carta me ha llenado de emoción. No sé de donde has encontrado mi e-mail, pero doy gracias a Dios y a la vida por tan hermoso regalo de cómo después de 30 años me llegues con esa gratitud tan hermosa y me recuerdes que he dedicado mi vida a llenar este mundo de poetas allá donde he estado. Me has hecho inmensamente feliz, no te lo puedes ni imaginar y esta misma noche he querido contestarte”.
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Y así empezó entre nosotras un recobrar el tiempo, los abrazos dormidos y soñados y el cariño guardado tantos años. Nos escribimos cada día, sin falta, decididas a no perdernos nunca más entre distancia o tiempo.
Ella misma me puntualizó más sobre esa carta
“Cuando la escribí, lo hice nerviosa como si me estuviesen metiendo prisa, esa prisa era la mía por si recibía contestación, que ni siquiera esperé a que estuviese mi hijo y me dijera cómo se ponían las tildes y las mayúsculas, porque como te dije, no cogía el ordenador para nada. Después me contestaste y te sembraste en mi vida, ya no estabas sólo en mi pensamiento y claro... me tuve que poner manos a la obra y aprender a manejar esta herramienta que todos los días me lleva a ti Y gracias a ello he aprendido muchas cosas y a estar en contacto con más gente y lo agradezco. Y todo ello Mayte, es por la  causa de buscarte a ti. Ante todo, felicitarte porque con el paso del tiempo y los caminos por andar, a veces llanos, otras pendientes y pedregosos, sigues teniendo la sonrisa más sincera que conozco, esas que sólo se ve en los niños. Solo estuviste un año con nosotros y dejaste una huella imborrable. Nos hiciste tan felices, que siempre que hablamos de buenas maestras el único nombre que mencionamos al unísono, mi hermana y yo, es el de Mayte. Parecías la protagonista de la película "Chocolat" que con su maleta llena de chocolate, llegaba a un pueblo a hacer felices a sus habitantes. Pues eso hiciste con los niños de Ciutadilla con tu maleta cargada de poesía y tu corazón desbordado de cariño. Niños felices, (que no es cualquier cosa) por eso y por seguir realizando la misma tarea en Vila-Seca (¡que afortunados los niños de Vila-Seca!) te doy las gracias departe de mis hermanas, mía y todos los que fuimos tus alumnos. Gracias por nacer poeta, por hacerte maestra, por formar parte de nuestras vidas y porque sigues tal y como te imaginábamos. Mira que tarde es, hoy he trabajado hasta la 1 de la mañana y estoy agotada; pero antes de dormir me gusta desconectar del trabajo para no tener pesadillas y he dicho; pues me pongo a escribirle a mi señorita Mayte y a ver si esta noche tengo buenos sueños, que con ella me vienen recuerdos bonitos de lo maravillosa que es la infancia. Y GRACIAS TAMBIÉN, POR ACOGERME, OTRA VEZ, EN TU VIDA”.
Pero dos semanas después se sumó a la correspondencia Mary Pastor, una niña que yo dejé con 8 años y ahora era una mamá que no se correspondía con la imagen de la niña de trenzas y cara redondita que recordaba.
De nuevo la vida me premió a través de  esta carta:
“Querida Mayte: Hoy quiero ser yo también la que te escriba y explicarte  de todos los  momentos de mi infancia y de cómo llegaste a nuestras vidas. Habrá quién se sorprenderá, incluso tú misma, pensarás:"pero si yo lo único que hice es ser yo misma y comportarme como siempre hago con todo el mundo". Ahí es dónde quiero llegar ERES ESPECIAL. El curso anterior (78/79) estuvimos con una "bruja”; pero de las de verruga y todo, un horror de mujer (y no sólo por su aspecto físico) es que era mala. Con nosotros, especialmente, como éramos de familia humilde y teníamos poco o nada que ofrecer, pues nos hacía la vida imposible mientras estábamos en clase, nos ninguneaba o despreciaba. En fin podría dar detalles, porque lo recuerdo todo perfectamente; pero no me apetece, no quiero recordarla ni en lo malo. La mayoría de las veces la gente piensa que los niños son estúpidos, les hablan como si no alcanzaran a comprender nada, los maltratan y humillan como si al día siguiente todo fuese a desaparecer de su memoria. Piensan: pequeño = estúpido. A finales de verano del 79 recuerdo que por las noches juntaba las manos y me ponía a rezar ,y pedía por favor: DÍOS mío que venga una buena maestra, que no venga "la bruja" por favor. Y me escuchó, nos envió  a un ÁNGEL. Un ángel de pelo negro y rizado, con una sonrisa reconfortante de esas que dicen:"no te preocupes, todo va a ir bien". Todo fue nuevo para nosotras. Por primera vez alguien (que no era de nuestra familia nos trataba como a personas dignas, nos sentíamos importantes y a todo lo que hacia en clase le poníamos muchas ganas. La veíamos por la calle y nos deshacíamos por saludarla y contarle cosas. Nos enseñó muchas más cosas de las que se pueden dar en un sólo curso y todo con mucho cariño, pues  tenía y tiene alma bondadosa y corazón de poeta. ¡Cómo no vamos a estar agradecidas! ¡Cómo no la vamos a recordar con cariño, si llegó para cambiar nuestras vidas, pues cada vez estoy más segura de que nadie se cruza en tu vida por azar, tú te cruzaste en las nuestras para cambiarlas. Tú si que eres un regalo de la vida MAYTE”. MARY PASTOR
Las hermanas Pastor me devuelven cada día un retazo de mí misma, para que no me pierda, para que recuerde que ese es mi camino: el camino del corazón, el camino de regalarme, el camino de la inocencia.
Los lazos de amor y gratitud  que establecimos en la Escuela de Ciutadilla siguen estando ahí, son fuertes raíces del frondoso árbol de la vida.

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