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jueves, 5 de diciembre de 2013

BUENOS AIRES ES UN CLASICO (I), por Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina



Dura tarea la ser mujer, madre y hermana en la Argentina un día de octubre en el que se juega el clásico del fútbol local entre River y Boca. Máxime si  más de la mitad de la familia adscribe sin concesiones a la parcialidad boquense y en un domicilio de Balvanera quedan esposo, hija del medio e hijo menor frente la televisor esperando algún gol de Juan Román Riquelme. En cambio, en las tribunas de la cancha de Núñez, dos hermanos alientan al equipo de la camiseta roja y blanca. Difícil situación en la que hacer ruido es un pecado, caminar frente al televisor un crimen  y mostrarse a la vista en el momento de cualquier gol de los contrarios puede ganarte el mote de "traidora" o "mufa" ya que las cábalas no conocen de lazos parentales ni de afectos. 

            Resulta más sano desaparecer y recuerdo entonces los consejos de amigos sobre la necesidad de caminar y despejarse para bajar tensiones propias y ajenas. Por eso el mejor camino para una huida decorosa en un atardecer despejado de domingo resulta la Avenida de Mayo en el trayecto que se extiende como un canto a la democracia entre el Congreso y la Casa Rosada.
            La elección no es caprichosa y tampoco responde a la cercanía geográfica. La primera avenida que tuvo Buenos Aires, diseñada al modo de los bulevares parisinos, pero convertida en un ícono de la hispanidad por los mismos inmigrantes españoles parece un eje adecuado para hacer ejercicio y, a la vez, sopesar con una curiosidad casi antropológica los efectos que un partido de fútbol entre los dos equipos más seguidos de la Argentina, puede generar en la ciudad. Esencialmente pesa su condición de columna vertebral de la ciudad. Pero una columna un tanto disfuncional ya que las dos porciones del cuerpo porteño que separa la avenida son harto distintas. Deformes, me atrevería a decir. Mientras que el Norte, donde queda la cancha de River reúne barrios coquetos y shoppings, en el Sur, donde Boca hace de local, hay urbanizaciones más humildes y unos cuantos asentamientos. El precio de las propiedades del lado riverplatense o millonario” puede alcanzar los 2.160 dólares el metro cuadrado en algunas manzanas de Recoleta. En cambio, en la porción xeneixe desciende a 1.340 en Barracas. La mortalidad infantil invierte la ecuación. Los guarismos de algunos sectores del Sur pueden ser diez veces superiores a los del Norte.
            El paseo sobre la delgada línea que divide a Buenos Aires arranca cuando los jugadores allá en Núñez entran a la cancha  en la que se acomodan sólo los hinchas locales para evitar desmanes y enfrentamientos entre las parcialidades. A la altura del Congreso, la Avenida de Mayo serpentea junto a al Plaza Lorea y les da cobijo a una enorme cantidad de micros y combis que realizan servicios desde distintos puntos del interior de la Argentina y de los países vecinos. "Los estacionamientos no aceptan combis ni micros por la altura que suelen tener.  Así que los que hacemos viajes frecuentes desde el interior nos acostumbramos a estacionar acá", cuenta un chofer a punto de iniciar el recorrido hacia el Norte desde alguna vereda de Once donde lo esperan los pasajeros cargados de niños, bártulos envueltos con mantas de colores  y changos improvisados con cajas de cartón. "Richard Tour", "Costa viajes", "Virgen de Luján" y "Calamuchita Tours" son algunos de los nombres de escasa prosapia en el terreno turístico de  las compañías que prestan "servicios especiales" y realizan trayectos a pedido hasta Jujuy, Catamarca, Mendoza,  Neuquén,  Huerta Grande y allende las fronteras, a ciudades de Paraguay, Bolivia y quizás Perú.
            Ahí nomás la Avenida ofrece su primera sorpresa: por las veredas del Congreso camina gente vestida con toga morada y escapularios con imágenes de Cristo crucificado. Los distraídos se asombran ante una escena surgida de una película de Harry Potter, el niño mago o de un extraño relato medieval. Pero los transeúntes ataviados de violeta no son estudiantes de magia ni integrantes de una secta, sino niños y adolescentes integrantes de la sección infantil de la Hermandad del Señor del Milagro. Corren hacia la Iglesia de la Piedad sobre la calle Bartolomé Mitre donde comienza una procesión que engalana durante toda la tarde el extremo oeste de la Avenida de Mayo.
            La fiesta del Cristo Morado, protector de los inmigrantes peruanos, llegó a la Argentina desde Lima para recordar la que se realiza cada año en el mes de octubre, en la iglesia de las Nazarenas de aquella ciudad. Suele reunir unas 40 mil personas, aunque en Buenos Aires y en día de clásico del fútbol apenas supera las 400.Son  algunos de los 180 mil inmigrantes que llegaron al país después de la década del  80, en busca de una prosperidad económica que su patria les negaba.  A la hora del fútbol, cuando los capitanes de ambos equipos se saludan con cortesía, los peregrinos se acomodan en la Plaza Mariano Moreno donde una familia sin hogar extiende sus colchones junto al monumento enrejado del secretario de la Primera Junta de Gobierno.
            A su alrededor se amontonan los chicos vestidos de morado con su corbata al tono y las nenas con mantillas en la cabeza, munidas de una suerte de lámpara de Aladino de la que sale incienso para "ahumar" el camino de la procesión. Los siguen una multitud de padres, felices de ver a sus hijos continuar con las tradiciones de su tierra natal. "Mi papá me enseñó a venir. Es una alegría cargar el Cristo en andas como se hace en Perú", cuenta un muchacho moreno que lleva el palio en el que va una imagen de un Jesús Crucificado. A su lado, un hombre que no va de violáceo sino de rojo y blanco, con la camiseta de la selección peruana, explica que aquella es la versión infantil de una fiesta que también recrearán los mayores el 20 de octubre.
            El devoto aquel también hace declaraciones para la televisión peruana que sigue la celebración de cerca. Mira de reojo a los vendedores ambulantes que ofrecen sus canastas con dulces y comestibles para la ocasión. Me pregunto de dónde habrán salido tantos expertos en gastronomía limeña, pero deduzco enseguida que son los que se  vende diariamente su mercancía en Pueyrredón y Sarmiento,  frente a los andamios de la escuela shopping que alguna vez quiso vender un intendente porteño. Allí acuden los peruanos que viven en el Abasto, Almagro y Balvanera en busca de los sobres de polvo para preparar Chica Morada, las papas rellenas, los tamales, el ají de gallina, el cebiche o la parihuela. Hoy las variantes gastronómicas están más acotadas y se reducen a algunas bandejitas de comida envueltas en papel film y mal conservadas en heladeras de telgopor y unos cuantos dulces como pan de yemas y budín de pan. "Para mí es emocionante y un honor llevar esta imagen", completa un chico que mordisquea un pan de yemas parado frente a las marquesinas del teatro Liceo.
            La sala está vacía un domingo por la tarde. Allí el cómico Enrique Pinti supo contar con acidez la historia argentina en clave de comedia con su eterna "Salsa Criolla". Hoy, el actor protagoniza un musical  sobre la calle Corrientes y el teatro que lo cobijó durante décadas ahora presenta el debut como director teatral del cineasta premiado con el Oscar Juan José Campanella. Una crítica publicada en uno de los accesos explica que la obra cuenta la improbable amistad entre un militante comunista y un cultor del no te metás.
Este último personaje poco tiene que ver con el director de la pieza. En los últimos meses Campanella se enfrentó con la empresa Disney que se negaba a publicitar en sus canales para niños su film de animación “Metegol”, con la porción de la crítica que describió su salto al cine infantil como una estrategia comercial, y con la plana mayor del Gobierno Nacional, por su visión pesimista de la gestión de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. ”Se castiga al que piensa distinto”, acusó en cineasta de “El secreto de sus ojos” después de varios informes que lo ridiculizaban en un programa de la televisión oficial.
Pero allí esté la obra, instalada en un eje central de la ciudad, a pocas cuadras de un local de la Federación de Profesionales y Técnicos Peronistas, epicentro de la campaña del FPV en Avenida de Mayo. Allí los jóvenes militantes reparten folletos con las imágenes de los candidatos: Daniel Filmus, Jorge Taiana y Juan Cabandie. “¿En serio se vuelve  a votar el 27 de Octubre? No sabía nada. Y bue., voy a tener que ponerme a pensar por quién, porque, en esencia, todos los políticos mienten”, reflexiona Lautaro, 17 años, alumno de una escuela privada de Almagro, después de recibir la boleta kirchnerista para las elecciones legislativas.
Este domingo de superclásico los muchachos de Filmus y Taiana no tienen oposición visible en la Avenida de Mayo. Los militantes opositores e incluso los del PRO que gobierna en la ciudad se han tomado el día libre. Apenas unos carteles rojo con la eterna sonrisa de Jorge Altamira, el candidato de la Izquierda, engalanan los refugios de colectivos y alguno que otro contenedor de basura en el trayecto que va desde el Congreso a la Casa Rosada. Me entusiasma ver que el trotskismo vernáculo no desdeña ningún espacio para exhibir su plataforma política, ni siquiera los destinados a los desperdicios. Lo curioso es que del mismo modo que un artista de cine o de televisión el candidato usa un nombre de fantasía “Jorge Altamira” en lugar del auténtico “José Saúl Wermus”. El cambio no tiene razones publicitarias sino de seguridad. Don Jorge comenzó a usar el seudónimo para escribir sin temor a represalias durante las dictaduras de Roberto Levingston, Alejandro Lanusse y Jorge Rafael Videla.
Sobre la misma vereda de la mesa del FPV, pero unos metros más allá o más acá, quién podría decirlo, un espacio en el edificio del Sindicato de Obreros Gastronómicos se autodenomina “Museo del Pueblo“ y exhibe la Muestra permanente dedicada a Eva Perón. La imagen de la mujer rubia de rodete con las manos extendidas hacia la multitud repite la que puede verse en algún rincón del local K. Pero desde un territorio político diferente al del kirchnerismo. El líder de los gastronómicos Luis Barrionuevo y su mujer Graciela Camaño, creadora de la muestra, se encolumnaron para las elecciones legislativas en el Frente Renovador que lidera el intendente de Tigre Sergio Massa. Hoy por hoy, Massa es el principal contrincante que tiene el oficialismo con la vista puesta en las elecciones legislativas que serán en poco más de 20 días.
La muestra, que nació como una exposición itinerante, reúne objetos que atesoraron en sus casas viejos peronistas durante la Resistencia, tras la Revolución Libertadora de 1955. Hay cuadros que evocan a la segunda mujer de Juan Perón, una silla en la que se sentaba en la Fundación que llevaba su nombre y se dedicaba  ala acción social, y uno de sus famosos trajecitos a cuadros...
 Pero me quedo con las ganas de que mi paseo deportivo se convierta en una recorrida política ya que el museo está cerrado y solo puede visitarse de lunes a viernes. A mi lado María Elena comparte mi desilusión. Viene paseando desde el Cabildo para disfrutar la arquitectura de la avenida. Visitó la Catedral, recorrió la Plaza de Mayo y recordó los bombardeos que ocurrieron allí cuando se preparaba el golpe que derrocó a Perón. Ella era adolescente pero ese episodio la marcó. A su modo se considera peronista desde aquel día en el que Eva detuvo su auto en una esquina de Banfield y le preguntó a su padre si tenía hijos. La señora linda y rubia mandó una muñeca para la única nena de la familia y una colección de pelotas y autos para los varones. Desde entonces aquella familia de Avellaneda fue incondicional de la señora y su esposo. Aunque eso se tradujo en algún momento en que algunos creyeran oportuno votar a Carlos Menem, otras a Eduardo Duhalde, otras a Francisco De Narváez y hoy la mitad de los hermanos se encolumnen tras Cristina Kirchner y los otros defiendan con idéntico ardor al tigrense Sergio Massa.
            De pronto, se escucha un grito de gol y el eco se extiende hacia la Plaza de Mayo y también hacia el Oeste. Dejo de preocuparme por la muestra y me pregunto de qué equipo será. Unos pocos feligreses se retuercen intrigados hasta que un hombre que toma un vino tan violáceo como los atuendos de los niños confirma que fue de Boca. Vuelve a sonar la pirotecnia pero cuesta definir si esta vez homenajea al Crucificado o a Emmanuel Gigliotti, el delantero xeneixe que puso en ventaja a la parcialidad azul y oro, en el clásico de un torneo que a la usanza nacional lleva un nombre de fantasía "Nietos recuperados", en honor  a la cruzada de las Abuelas de Plaza de Mayo y el calificativo de "Inicial", a pesar de que se desarrolla durante la segunda mitad del año.
            El estruendo se mezcla con el de la celebración peruana. Allí no hay fuegos de artificio, solo los ruidos con que en las barriadas pobres de Buenos Aires se festejan los goles o la llegada del Año Nuevo. Tras cada estallido los fieles gritan "Qué viva el Señor de los milagros. Qué viva nuestro Cristo Morado", como si el rezo los llevase más cerca de casa.
            Pienso que en casa hay tres personas felices gracias a Gigliotti  y sigo adelante con temor de que un regreso anticipado tuerza la fortuna de Boca Juniors. En la zona cercana al Congreso el piso y los frentes son una vidriera codiciada para las demandas sociales. Una vuelta a la manzana permite enterarse de cuáles son los temas que preocupan a los argentinos. “No a los agrotóxicos. Fuera Monsanto”, “Por la marihuana libre, no más cárcel al que cultiva”, “Todo animal tiene algo de humano”. En cambio, a los pies de los feligreses del Cristo, una agrupación que se autodenomina “las Rojas” pide “aborto legal para no morir”.
Pero hoy son pocos los que reparan en las demandas sociales. La avenida, tan ajetreada los días de semana, con el caminar incesante de turistas, empleados públicos y oficinistas que van y vienen, está sumida en la somnolencia del domingo a la tarde. La mayoría de los negocios están cerrados y apenas algunos turistas caminan observando la arquitectura de los edificios de ambas veredas.
Al tope del ranking de lo más visitado, según surge de un estudio informal que encaro mientras camino, está el Palacio Barolo, un edificio de 22 pisos con una impresionante vista del microcentro y la zona de Monserrat. La construcción tiene unos 100 metros de altura y un faro que aún se enciende de vez en cuando y solía verse desde las costas del Uruguay. Cuenta la historia que lo proyectó el arquitecto Mario Palanti, a pedido de Luis Barolo, un italiano que instaló las primeras hilanderías de lana peinada del país e inició el cultivo del algodón en el Chaco.

(sigue el próximo jueves) 

1 comentario:

  1. Excelente! Un placer leerlo. Buenos Aires merece este tipo de obras. Y en cuanto al fútbol en casa... cuánta verdad! Es difícil ser mujer en esas ocasiones.

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