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jueves, 17 de septiembre de 2015

PASION ELECTRICA, por Eva Marabotto, de Buenos Aires, Argentina


Daba lo mismo que fuese el último modelo de televisor inteligente o una afeitadora a pilas. El dedicaba varias horas o incluso días a desentrañar cada línea del manual de uso. Le gustaba calibrar las piezas, comprobar sus movimientos y evaluar cada proceso, desde el procedimiento para subtitular la programación en coreano o thai a la colocación de un accesorio para cortar las patillas. Todo le provocaba idéntica fascinación.Podía quedarse prendado de cualquier prodigio de la electrónica y un microchip era para él un objeto de características sacras.

Durante años dedicó buena parte de su sueldo para equipar su casa con las últimas novedades en tecnología. Electrodomésticos para los usos más diversos, dispositivos para comunicarse , escuchar música o entretenerse. No había ninguno que no lo sedujese. Que no le provocase una madrugada de insomnio, el rostro expuesto a la luz azulada de su pantalla.
Pero nunca era suficiente. Siempre había un nuevo dispositivo que prometía simplificarle la vida, conectarlo con el universo y sumarlo al primer mundo. Llegó a comprar chucherías cuya utilidad jamás logró desentrañar, artefactos con cable que su mujer hacía desaparecer para hacer espacio en la casa y armatostes que terminaron desplazando al resto de su familia.
Su mujer se fue después de que mojó un amplificador de señal de wifi, mientras regaba un helecho. Se asustó de sus gritos de ira y prefirió dejarlo con sus pasiones eléctricas. lo de los chicos fue paulatino. La mayor se mudó con el novio. La del medio consiguió una beca en Nueva York y el más chico se mudó con la madre para estar más cerca de la Facultad. Después de un tiempo, sus hijos dejaron de visitarlo hartos de buscar su mirada que se perdía en los mensajes del celular.
Los vecinos apenas lo veían salvo el portero de un edificio vecino que solía llegar a a instalar algún nuevo artefacto. Alguien contó que compraba comida hecha para comer a la luz de la pantalla pero como no recibía visitas nadie fue capaz de confirmarlo. Notaron su ausencia en un verano caluroso, después de un corte que duró varios días y movilizó a los vecinos indignados de la ciudad. Tuvieron que insistir para que la familia se acercase porque aseguraban que estaría entretenido con algún nuevo juguete. Lo encontraron rígido, sobre el sillón del living, aferrado al control remoto. El médico dijo que su corazón no había podido resistir.


1 comentario:

  1. Es un tanta exagerada una conducta así pero entiendo que alguien tenga gusto por la tecnología. Y lo de mojar un amplificador por regar un helecho, no merece semejante ira, pero es algo digno de un descontento.
    Claro que hay una cuestión adictiva. Pero los cortes de luces son algo tan frustrantes, para producir iras.

    Bien contado el relato.

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